La modalidad de tiro conocida
como Armas Históricas nace en España a raíz de la Ley de Armas y Explosivos de
1996, y es una ampliación de la que anteriormente se denominaba de Avancarga.
Comprende una amplia serie de
variantes de tiro para las que se usan armas con más de cien años de
antigüedad, que incluyen armas de avancarga (cargadas por la boca,
introduciendo la pólvora y a continuación el proyectil), que se pueden
esquematizar en el cuadro
Nombre de la Modalidad |
Arma y sist. encendido |
Miras |
Cañón |
Posición |
Distancia |
Cominazo |
Pistola de chispa |
Abiertas |
Liso - cal ³ .45 |
Pié |
25 m |
Kutchenreuter |
Pistola libre (percusión) |
Abiertas |
Rayado |
Pié |
25 m |
Mariette (Colt) |
Revolver de percusión |
Abiertas |
Rayado |
Pié |
25 m |
Izadai |
Fusil de mecha |
Abiertas |
Liso (cal @ 45) |
Pié |
50 m |
Tanagasima |
Fusil de mecha |
Abiertas |
Liso (cal @ 45) |
Rodilla |
50 m |
Miguelete |
Fusil de chispa |
No hay |
Liso |
Pié |
50 m |
Vetterly |
Fusil libre (percusión) |
Libre (cerradas) |
Libre (Rayado) |
Pié |
50 m |
Maximilian |
Fusil de chispa |
Libre (cerradas) |
Rayado |
Tumbado |
100 m |
Withworth |
Fusil libre (percusión) |
Libre (cerradas) |
Rayado |
Tumbado |
100 m |
Minié |
Fusil de percusión militar |
Abiertas |
Rayado - cal ³ .54 |
Tumbado |
100 m |
Manton |
Escopeta de chispa |
No hay |
Liso |
Pie |
25 platos |
Lorenzoni |
Escopeta de pistón |
No hay |
Liso |
Pie |
25 platos |
Entre
paréntesis, se indican las opciones preferentes por sus mejores resultados en
competición
A modo de reseña histórica, y sin
pretender ser exaustivo en la misma, podemos decir que las armas de fuego
tienen su aparición en Europa a principios del Siglo XIV (la primera
descripción de un cañón de manufactura burda data de 1326), si bien las armas
portátiles ligeras no presentan toda su eficacia hasta el Siglo XVI. Estas
primeras armas consistían en un tubo cilíndrico de bronce o hierro cerrado por
detrás y sujeto a un soporte de madera mas o menos tosco; por la boca se
introducía la pólvora y sobre ésta el o los proyectiles, y se producía la
combustión de la carga a través de un pequeño orificio llamado oído que se
sitúa cerca del fondo del cañón y en la parte superior del mismo.
En las primeras de ellas el
encendido de realizaba arrimando un ascua o mecha al oído. Al hacerse
habituales las armas portátiles a principios del siglo XVI, pronto se idearon
mecanismos que realizaban esta aproximación de la mecha al oído sin perder el
agarre del arma, naciendo así la llave de mecha (Fig. 1). Con el fin de
facilitar la puntería, el oído pasa a tener una posición lateral, con lo que es
necesario dotar al arma de una cazoleta frente a él que, conteniendo una
pequeña porción de pólvora, sirva de iniciadora del disparo. Esta cazoleta para
el “cebo” se mantiene en las armas de fuego hasta la aparición del pistón a
mediados del Siglo XIX.
El segundo mecanismo de encendido
por orden de aparición es la “llave de rueda”(Fig. 2), inventada a finales del
Siglo XVI o principios del XVII. Consiste ésta, como su nombre indica, en una
rueda que giraba rápidamente debido a un muelle enrollado en espiral y, a modo
de una muela, rozaba contra un fragmento de pirita sujeta fuertemente contra
ella por un resorte, produciendo las chispas que encendían el cebo. A tenor de
las muestras que llegaron hasta nosotros, la mayor parte estaba montada en
armas de lujo, y, si bien este mecanismo facilitaba el transporte del arma
cargada y lista para hacer fuego sin el engorro de tener que transportar una
mecha encendida, los ejércitos seguían equipándose con mosquetes de mecha pues,
a parte de ser una llave compleja, era más cara en su fabricación, tenía
frecuentes averías y era más difícil de reparar en un campo de batalla. Si no
existen hoy muchas armas de este tipo, pudo deberse también al hecho de que la
pirita, sobre todo bajo la acción de la humedad y del calor, se altera muy
fácilmente, produciendo ácidos muy corrosivos que terminarían deteriorando el
arma.
Pero pronto aparecen las llaves
de “sílex” o pedernal que producían las chispas de ignición al hacer rozar una
piedra de pedernal sobre un eslabón o “rastrillo” de acero (Fig. 3). Son mucho
más fáciles de manejar, más estables, y más seguras en el encendido que las
anteriores. Ésta llave, aparecida ya a mediados del Siglo XVI, se perfecciona a
principios de XVII (posiblemente por el armero francés Le Bourgeoys en 1610) y
desde entonces se convierte en pieza de uso común y muy extendida hasta, como
se dijo antes, la aparición del pistón.
Otro gran paso para la evolución
de las armas, y del que arrancan ya los desarrollos modernos de las mismas, es
el invento del pistón (Fig. 4), que tiene lugar en la década de 1840. Al no
tener que cebar el arma, se evita uno de los grandes inconvenientes de las
llaves anteriores, que es la humectación del cebo en los días de lluvia.
De hecho, a pesar de que la
historia de las armas de avancarga que utilizan el pistón como elemento de
ignición es muy corta, éstas tienen un gran desarrollo, transformándose muchas
de las de chispa con una obra sencilla, tanto entre las armas de uso civil como
en los ejércitos, equipándose casi todos ellos con armas de pistón nuevas o
transformadas.
El paso siguiente consiste en
incorporar el pistón a los cartuchos existentes en la época; aparecen los
cartuchos metálicos que engloban sistema de encendido, carga propulsora y
proyectil, cuya primera patente se debe a Smith & Wesson en 1854..
A partir del invento del cartucho
metálico, más cómodo, las armas de avancarga fueron decayendo en su uso y,
durante cuarenta años aproximadamente, la utilización de las armas de avancarga
quedó restringida a competiciones, sobre todo potenciadas por fabricantes de
armas, en las que se ponían a prueba comparativamente éstas con las de
retrocarga. Se puede constatar que en estas competiciones era frecuente cargar
las armas de retrocarga por la boca de fuego hasta la aparición de la pólvora
sin humo.
Lógicamente, las armas de
avancarga eran usadas en su momento para las actividades a las que normalmente
se destinas estos inventos de la civilización. Hasta nosotros han llegado armas
“de época” que se destinaban unas a la caza, menos al duelo y, aunque más
escasas en modelos, existen también armas que equiparon a los más diversos
ejércitos del mundo. Se encuentran también muchas armas de competición, ya
fabricadas desde los modelos más antiguos y más abundantes a mediados del siglo
pasado, en cuyo diseño se buscaba más la precisión en el disparo que la
eficacia en abatir un objetivo.
Tal como conocemos hoy esta modalidad, más tendente al tiro deportivo, sus comienzos se remontan a los años 1950; en España es impulsada como modalidad de competición de la Real Federación Española de Tiro Olímpico a finales de los años 70. Sin duda la intención que animó a los promotores de la misma fue el que se pudiesen utilizar las armas originales que existían dispersas y que con un uso cuidadoso pudiesen mantenerse en funcionamiento, evitando así su deterioro al quedar olvidadas en desvanes o degradándose en estanterías y panoplias en el mejor de los casos.
Debido a la gran cantidad de
aficionados que fueron apareciendo en todo el mundo y a que no es fácil ni
barato encontrar armas originales en buenas condiciones para hacer fuego con
precisión, comenzaron a fabricarse réplicas de las mismas, en las cuales se
mantiene como criterio fundamental (contemplado en los reglamentos actuales),
que las mismas estén de acuerdo con los conceptos de tiro que existían en la
época de su fabricación, es decir, que el modelo del arma, su tipo de
encendido, tipo de cañón, e incluso carga y proyectil usado, y más importante,
el modelo de miras, estén de acuerdo con la época del arma.
Nace así un tiro mucho más
popular y asequible, que en muchas ocasiones llama la atención de una persona
que tiene sus primeros contactos con el tiro, al cual puede parecer ésta una
modalidad extraña y de pobre resultados, si bien se puede llevar una sorpresa
al comprobar que ya se usaban miras cerradas en el siglo XVI.
Es esta una modalidad
gratificante para cualquier tirador pues, además de ejercitar un tiro de
precisión, existen otros factores que se van añadiendo a medida que se avanza
en ella: Se van adquiriendo conocimientos de la mecánica del arma y de la
balística del tiro, hay un componente de pura artesanía en la elaboración del
disparo, y ha de ser uno un poco “manitas” para resolver algunos inconvenientes
derivados sobre todo de la poca expansión que tiene esta modalidad en Asturias,
ya que no se encuentran con facilidad repuestos y accesorios para las armas.
En esta especialidad de tiro
tenemos la costumbre de participar combinando armas cortas y largas, y aún
dentro de ellas, diferentes tipos de armas, distancias, modelos de miras, etc.,
lo que en casi todos los casos acarrea un menor rendimiento en las
puntuaciones. Si se le puede llamar así es un inconveniente, aunque sin duda
secundario dada nuestra afición a todas las armas.
Como apuntaba antes, este tipo de
tiro es minoritario en cuanto al número de participantes en nuestra provincia,
lo que achaco al desconocimiento que de ella se tiene, y, quizá debido también
a que somos pocos los practicantes y existe una generalizada falta de apoyo de
los organismos competentes, aunque los resultados que se vienen obteniendo en
las diferentes competiciones nacionales e internacionales dejan muy alto el
pabellón asturiano.
Solamente me queda por animar a
aquellas personas que tienen afición al tiro y que de algún modo les llama la
atención la historia de las armas y su funcionamiento, a que intenten
aproximarse a esta modalidad y no vean en ella una cosa de locos o de
extravagantes que no saben lo que hacen, como he oído decir en algún caso a
personas poco dispuestas a aceptar que los demás tengan una actividad o una
forma de pensar diferente de la suya.